¿Recuerdas cuando te regalaron tu primer libro? Ese que era tuyo y sólo tuyo, que podías leer
cuantas veces quisieras y que sobre todo podías marcar, rayar, doblar o cuidar como hueso
santo?
¿Te acuerdas que edad tenías cuándo llegó ese regalo?
Yo me hice estas mismas dos preguntas hace un par de semanas. Me habían invitado a una ceremonia en Chiloé y tenía que dar un pequeño discurso de los avances educacionales que habíamos aportado en esa comuna frente a las autoridades regionales.
Y descubrí que no me acuerdo cuál fue mi primer libro, ni mucho menos a la edad que lo recibí, porque probablemente nací con ellos. Yo crecí en una casa llena de libros, además tenía hermanos mayores, por lo tanto los libros infantiles siempre estuvieron ahí, al alcance de la mano. Pero, si de algo soy consciente es que mi realidad no es la generalidad en Chile y mucho menos el Latinoamérica.
En los sectores rurales en los que trabajamos, en muchas casas no existen los libros y mucho menos los infantiles. En nuestros recorridos por el Archipiélago de Chiloé, hemos podido constatar que de cada tres niños a los que entregamos un libro, para dos de ellos es su primer libro propio. En el caso de Chiloé, hemos entregado cerca de 1.500 ejemplares en los últimos dos años, esto se traduce en dos comunas completas y un poco más.
Y seguramente, este dato debiera alegrarnos; si llegáramos con estos libros a los cinco o seis años, edad en que empiezan a aprender a leer, pero lo cierto es que muchos de los niños beneficiados están recibiendo su primer libro a los diez, once e incluso doce años.
Debiéramos estar contentos, si no fuera que el archipiélago está compuesto de diez comunas y nosotros logramos avanzar en promedio de una por año. Nos quedan entonces ocho años para cumplir la misión. En todo ese tiempo, el estudiante que está entrado hoy a 1º básico en la última comuna a la que llegaremos, en ocho años más estará finalizando la enseñanza básica, por lo tanto no alcanzaremos a entregarle un libro.
¡Estamos llegando tarde! Y digo estamos, porque la educación es responsabilidad de todos nosotros. El estado, los privados, el tercer sector, cada uno desde su rol social o personal, estamos atrasados y en deuda.
Y no es que tenga tendencia a ver el vaso medio vacío, pero mientras más me adentro en lugares remotos, voy comprobando lo lejos y solos que están esos niños. Y en definitiva, si queremos avanzar, tenemos que hacerlo juntos y para eso, nadie debe quedar bajo la mesa.
¿Te acuerdas que edad tenías cuándo llegó ese regalo?
Yo me hice estas mismas dos preguntas hace un par de semanas. Me habían invitado a una ceremonia en Chiloé y tenía que dar un pequeño discurso de los avances educacionales que habíamos aportado en esa comuna frente a las autoridades regionales.
Y descubrí que no me acuerdo cuál fue mi primer libro, ni mucho menos a la edad que lo recibí, porque probablemente nací con ellos. Yo crecí en una casa llena de libros, además tenía hermanos mayores, por lo tanto los libros infantiles siempre estuvieron ahí, al alcance de la mano. Pero, si de algo soy consciente es que mi realidad no es la generalidad en Chile y mucho menos el Latinoamérica.
En los sectores rurales en los que trabajamos, en muchas casas no existen los libros y mucho menos los infantiles. En nuestros recorridos por el Archipiélago de Chiloé, hemos podido constatar que de cada tres niños a los que entregamos un libro, para dos de ellos es su primer libro propio. En el caso de Chiloé, hemos entregado cerca de 1.500 ejemplares en los últimos dos años, esto se traduce en dos comunas completas y un poco más.
Y seguramente, este dato debiera alegrarnos; si llegáramos con estos libros a los cinco o seis años, edad en que empiezan a aprender a leer, pero lo cierto es que muchos de los niños beneficiados están recibiendo su primer libro a los diez, once e incluso doce años.
Debiéramos estar contentos, si no fuera que el archipiélago está compuesto de diez comunas y nosotros logramos avanzar en promedio de una por año. Nos quedan entonces ocho años para cumplir la misión. En todo ese tiempo, el estudiante que está entrado hoy a 1º básico en la última comuna a la que llegaremos, en ocho años más estará finalizando la enseñanza básica, por lo tanto no alcanzaremos a entregarle un libro.
¡Estamos llegando tarde! Y digo estamos, porque la educación es responsabilidad de todos nosotros. El estado, los privados, el tercer sector, cada uno desde su rol social o personal, estamos atrasados y en deuda.
Y no es que tenga tendencia a ver el vaso medio vacío, pero mientras más me adentro en lugares remotos, voy comprobando lo lejos y solos que están esos niños. Y en definitiva, si queremos avanzar, tenemos que hacerlo juntos y para eso, nadie debe quedar bajo la mesa.