Si todo en el universo está en constante movimiento y es esa cualidad, justamente, lo que permite la vida. ¿Por qué nos resulta tan extraño que las personas migren?
Los seres humanos necesitamos activar alrededor de cien músculos para poder caminar y gracias a eso, en una hora recorremos unos cinco kilómetros en promedio. Un caracol terrestre, en ese mismo lapso de tiempo, se desplaza un metro y la hormiga más veloz rastreada en las dunas africanas, recorre 3,6 kilómetros por hora. Cada quién, desde su especie, se mueve por una misión que guarda en el entrecejo.
Pero no tan solo acá abajo nos desplazamos, allá arriba, todo está en constante movimiento. La luna gira en torno a la Tierra y ambas efectúan el proceso de traslación alrededor del Sol que, a su vez, cada 250 millones de años completa su recorrido a la Vía Láctea.
El año 2017, dos publicaciones en Chile pusieron en la conversación cotidiana la temática que todo cuanto existe en la Tierra tiene un origen extraterrestre. Ambos libros: “Somos polvo de estrella” de José María Maza e “Hijos de las estrellas” de María Teresa Ruíz, subrayan que tanto las moléculas como los átomos de nuestro cuerpo nacieron a partir de la explosión del Big Bang. Estamos hechos de ADN cósmico. Entonces, como resultado de la gran explosión somos herederos del movimiento.
Las motivaciones por las que nos movemos son variadas y comunes a todo lo que conocemos en este planeta. Las aves por ejemplo, que migran con los cambios de estación, los peces que nadan contra corriente para depositar sus huevos, las semillas que son desplazadas por el viento y terminan germinando en otros lugares.
Y para la especie humana, la movilidad no es ajena tampoco. Tristemente, las guerras y los conflictos internos de los países, obligan a miles de personas a buscar nuevos destinos. Con más alegría, muchas veces cumplir sueños y plantearse nuevos desafíos es lo que detona la migración, por eso, desde que el mundo es mundo, somos una especie viajando.
Si nos parece romántico ver regresar a las golondrinas en primavera, o nos asombramos con los más de 9 mil kilómetros que recorrió el zarapito de pico recto desde Kanzas a Chiloé o seguimos pidiendo deseos a las estrellas fugaces, ¿por qué nos incomoda tanto el desplazamiento humano?
Esta parece ser la pregunta clave a la hora de plantear una reflexión en torno a la migración. No son solo algunas personas las que migran, somos todos como parte del universo, quienes estamos en movimiento. Por lo mismo, vale la pena hacerse algunas preguntas: ¿Hacia qué sociedad transitamos? ¿Cuál es nuestra propia historia de migración? ¿Para qué activaremos nuestros siguientes pasos?